Texto íntegro del informe de investigación sobre responsabilidad de EE. UU. en la propagación de la COVID-19 a nivel mundial
  Spanish.xinhuanet.com | 2021-12-25 18:43:22

BEIJING, 25 dic (Xinhua) -- Un informe de investigación titulado "EE. UU. es responsable de la propagación mundial de la COVID-19" fue divulgado el viernes conjuntamente por el Grupo de Expertos Intelligence & Alliance (IATT) y el Instituto Taihe.

Según el documento, los datos de múltiples fuentes han demostrado que Estados Unidos es probablemente el país donde se originó la COVID-19 y el país más responsable de la rápida propagación global del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad.

Su manipulación política de la enfermedad ha hecho que los esfuerzos internacionales contra la pandemia sean particularmente difíciles y desafiantes, añade.

El siguiente es el texto íntegro del informe, traducido al español, que se emitió hoy sábado.

Informe de investigación: EE. UU. es responsable de la propagación mundial de la COVID-19

por Grupo de Expertos Intelligence & Alliance (IATT) y el Instituto Taihe

Introducción

En el contexto de una situación de pandemia global aún alarmante, algunos políticos estadounidenses han seguido utilizando a China como chivo expiatorio sirviéndose del rastreo de los orígenes de la COVID-19, en un intento por embrollar la verdad, encubrir su responsabilidad por el fiasco pandémico y socavar la cooperación global antipandémica. Sus maniobras y comentarios han sido ampliamente cuestionados y criticados por la comunidad internacional.

Los datos de múltiples fuentes han demostrado que Estados Unidos es probablemente el país donde se originó la COVID-19 y el país más responsable de la rápida propagación global del coronavirus SARS-CoV-2. Su manipulación política de la enfermedad ha hecho que los esfuerzos internacionales contra la pandemia sean particularmente difíciles y desafiantes.

Estados Unidos tiene la culpa de la complicada situación actual de la pandemia. Si no corrige sus errores y, de inmediato, comienza a trabajar con otros en la lucha mundial contra la pandemia, la humanidad se enfrentará a desastres aún mayores.

I: Aparición continua de pruebas que indican que la COVID-19 se originó en Estados Unidos

EE. UU. ha intentado encubrir sus irregularidades echando la culpa a otros, incluso hasta el día de hoy. El país norteamericano ha estado muy ocupado politizando el rastreo de los orígenes y difamando a China, y ha hecho oídos sordos a las preguntas de todo el mundo. Además, se ha vuelto aún más sospechoso, al negarse a divulgar información sobre los primeros casos de Estados Unidos y a emprender una investigación sobre los orígenes de la COVID-19 en su territorio.

La investigación y el análisis sobre los orígenes de la COVID-19 por parte de agencias autorizadas de todo el mundo, incluidas las de Estados Unidos, se han vuelto cada vez más claros junto con el desarrollo de la pandemia. También se están acumulando pruebas que indican que EE. UU., un país con la historia más larga de investigación en coronavirus y la capacidad de investigación más avanzada, podría ser el origen de la pandemia.

1. La cronología del brote en Estados Unidos se ha ido actualizando continuamente

Según informaron los medios, el primer caso de COVID-19 en Estados Unidos se detectó el 19 de enero de 2020 en un hombre que regresó a su casa, en el estado de Washington, después de haber realizado un viaje.

Pero a través de investigaciones más en profundidad, los Gobiernos locales del país han identificado infecciones y muertes anteriores por la enfermedad.

A partir de marzo de 2020, la página web del Departamento de Salud del estado estadounidense de Florida publicó registros que mostraban que 171 pacientes tenían síntomas de coronavirus o resultados positivos en pruebas diagnósticas en enero y febrero de ese año. El conjunto de datos completo desapareció de la citada página el 4 de mayo de 2020, solo para regresar más tarde por la noche sin la columna que mostraba la fecha en que esos pacientes desarrollaron síntomas.

En un estudio sobre pruebas de anticuerpos publicado el 15 de junio de 2020, investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. analizaron más de 24.000 muestras de sangre almacenadas que se recolectaron entre el 2 de enero y el 18 de marzo de ese año.

Según la teoría de la prueba serológica, los anticuerpos se pueden encontrar aproximadamente dos semanas después de que una persona se haya infectado. En este estudio, la primera muestra positiva llegó el 7 de enero de 2020 de un voluntario en el estado de Illinois, lo que sugiere que el virus estaba presente en Estados Unidos antes de mediados de diciembre de 2019, un mes antes del primer caso reportado oficialmente en el país.

Además, un estudio publicado el 30 de marzo de 2020 en la revista semanal The New England Journal of Medicine investigó a 24 pacientes críticamente enfermos en la ciudad estadounidense de Seattle. Los infectados fueron identificados por nueve unidades de cuidados intensivos hospitalarias de la ciudad entre el 24 de febrero y el 9 de marzo de ese año.

"Ninguno de los pacientes había viajado recientemente a un país con transmisión conocida, como China, República de Corea, Irán o Italia", detalló la investigación.

"Los análisis genómicos y epidemiológicos del ARN del virus secuenciado recuperado en la región occidental de Washington han demostrado que la propagación del SARS-CoV-2 ha sido el resultado de la transmisión en la comunidad local, lo que significa que la fuente de infección no se puede rastrear hasta una exposición conocida", agregó.

Los hallazgos anteriormente mencionados coinciden con un estudio diacrónico del grupo de expertos privado Intelligence & Alliance Think Tank (IATT, siglas en inglés) sobre el "paciente cero" de la COVID-19.

El informe de IATT, titulado ¿Quién es el "paciente cero"?, citaba un artículo con el título de "Se cierra la investigación de gérmenes mortales en laboratorio del ejército por motivos de seguridad", que se publicó en el diario The New York Times el 5 de agosto de 2019, y un estudio sobre los orígenes de la COVID-19 basado en modelos de macrodatos, que se publicó el 22 de septiembre de este año en ChinaXiv, una plataforma de prepublicación en línea operada por la Academia de Ciencias de China.

Los estudios indicaron que para 12 estados del noreste de EE. UU. las posibles fechas de la primera infección, con una probabilidad del 50 por ciento, caen principalmente entre agosto y octubre de 2019, mientras que la más temprana es el 26 de abril de 2019 en Rhode Island y más tardía el 30 de noviembre de 2019 en Delaware. Todas las fechas indicadas por los datos son anteriores al 20 de enero de 2020, la fecha oficial del primer caso anunciado en Estados Unidos.

Las investigaciones han revelado que la propagación de un virus es un tema complicado en un mundo globalizado y, por lo tanto, el rastreo global de los orígenes de la COVID-19 requiere esfuerzos persistentes. Liu Lili, secretaria general de IATT, dijo que el primer lugar que informa sobre un brote a gran escala no es necesariamente el origen de la pandemia, y agregó que el plan de Washington de politizar un tema académico se está desmoronando.

2. El papel del ejército estadounidense en el origen y propagación de la COVID-19

Estados Unidos fue el primero en iniciar la investigación de virus recombinantes y posee una fuerza incomparable en esta área. También ha financiado y realizado más investigaciones sobre coronavirus que cualquier otro país. Antes de 2015, el equipo del doctor Ralph Baric, de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, había desarrollado la tecnología más avanzada sobre coronavirus recombinantes y adquirió secuencias genéticas de coronavirus a partir de sus estudios en colaboración con un laboratorio biológico militar en Fort Detrick.

El laboratorio fue cerrado abruptamente por el ejército de EE. UU. por presuntas fugas en julio de 2019. Su cierre fue seguido por informes de brotes de neumonía de causa desconocida con síntomas similares a los de la COVID-19 en los alrededores de Fort Detrick. No se puede descartar la posibilidad de que Fort Detrick sea el origen de la pandemia.

El 10 de marzo de 2020, se lanzó una petición en el sitio web de la Casa Blanca, exigiendo que Washington revele información sobre Fort Detrick, el laboratorio más destacado del país en el campo de armas biológicas, así como la verdadera razón de su cierre, y aclare si hubo una fuga de un virus. Sin embargo, Washington hasta ahora se ha negado a decirle al público la verdad con el pretexto de "motivos de seguridad nacional".

El 12 de julio de 2019, el canal ABC News informó del brote de una enfermedad respiratoria mortal, en el que 54 personas desarrollaron fiebre, tos y debilidad general y dos murieron, en una comunidad de jubilados en el norte de Virginia, a solo una hora en automóvil de Fort Detrick.

3. Los primeros casos en muchos países están relacionados con Estados Unidos

Los brotes de COVID-19 en muchos países se han rastreado hasta Estados Unidos. Doce países, incluidos Costa Rica, Bután, Guyana y Kenia, confirmaron a través de información oficial que sus "pacientes cero" provenían de EE. UU.

Según un informe publicado por la Facultad de Medicina de la Universidad Keio de Japón en febrero de 2021, un equipo de investigación realizó la secuenciación del genoma completo del SARS-CoV-2 de muestras de 198 pacientes con COVID-19 en 13 hospitales ubicados en la región de Kanto. Los linajes virales se diferenciaron y clasificaron. El equipo descubrió que una muestra de un paciente con COVID-19 ingresado en un hospital en la región de Kanto en noviembre de 2020 pertenecía al linaje B.1.346 de Clade 20C, que prevalece en el oeste de Estados Unidos tambien desde ese mismo mes.

Según una investigación de la Universidad de Tel Aviv, la mayoría de las infecciones en Israel fueron causadas por una cepa del SARS-CoV-2 importada de Estados Unidos. Tras comparar las secuencias genómicas de más de 200 pacientes en hospitales de todo Israel con unas 4.700 secuencias genómicas tomadas de pacientes de todo el mundo, los investigadores descubrieron que alrededor del 70 por ciento de los pacientes habían sido infectados por una cepa de coronavirus que se originó en Estados Unidos.

Canadá dijo el 30 de abril de 2020 que los primeros casos de COVID-19 en el país provenían, en su mayoría, de Estados Unidos. Los datos de las principales cuatro provincias canadienses (Ontario, Québec, Alberta y Columbia Británica), también las cuatro más afectadas, han demostrado que fueron viajeros estadounidenses quienes trajeron el virus al país.

II: Estados Unidos es la principal fuerza de la propagación global de la COVID-19

Como el país con el mayor número de casos confirmados y muertes por COVID-19 en el mundo, EE. UU. aún no ha salido del abismo de la pandemia. La variante delta se ha propagado a una velocidad más rápida que otras variantes, lo que lleva a un fuerte aumento de nuevos casos diarios en Estados Unidos. Hasta ahora, los casos confirmados en el país han superado los 48 millones y los fallecimientos a causa de la enfermedan han rebasado los 790.000.

En un editorial publicado por la revista The New England Journal of Medicine, con sede en Estados Unidos, se indicó que el país norteamericano "ha fallado en casi todos los pasos" que ha dado en la gestión de la pandemia.

Tras el brote de COVID-19, las políticas internas y externas de Washington, plagadas de errores, no solo han provocado el colapso de su propio control pandémico, sino que también han acelerado la propagación de la enfermedad a nivel mundial.

Estados Unidos ha repatriado a inmigrantes ilegales, ha abierto sus fronteras para permitir los viajes, ha rotado sus tropas desplegadas en países extranjeros y ha realizado ejercicios militares. Estas medidas han llevado la COVID-19 de EE. UU. a otros países y regiones, y le han convertido en la principal fuerza de propagación a gran escala de la pandemia mundial.

1. Perdiendo el mejor momento para controlar la pandemia en una etapa temprana

Estados Unidos confundió la COVID-19 con una gripe, lo que dificultó la detección temprana de la pandemia. Del 28 de junio al 3 de octubre de 2019, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recibieron más de 1.000 casos de neumonía relacionada con el vapeo, con 18 muertes y una tasa de mortalidad de casi el 2 por ciento. Los CDC admitieron que algunos de los primeros casos de COVID-19 "fueron diagnosticados erróneamente como gripe u otra enfermedad", pero hasta ahora no han revelado detalles al respecto.

Según el diario The New York Times, la Secretaría de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. advirtió sobre la posible gravedad de la pandemia el 18 de enero de 2020, pero la Casa Blanca lo ignoró y, desde finales de enero hasta finales de marzo, siguió actuando lentamente, con oídos sordos a las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los expertos estadounidenses y los modelos de datos, lo que provocó la rápida propagación de la pandemia en todo el país.

Con el sistema médico más desarrollado del mundo, Estados Unidos no logró prevenir ni controlar el coronavirus en su etapa inicial y no le prestó suficiente atención, lo que dañó la salud de su propio pueblo. Mientras tanto, el mundo tampoco ha podido compartir la experiencia avanzada del país norteamericano en prevención, control y tratamiento médico, y la capacidad mundial de prevención y control de pandemias se ha visto muy socavada.

2. La política de puertas abiertas agravó la propagación mundial

Afectados por muchos factores, como el fuerte concepto de los llamados "derechos humanos y libertad", la escasa calidad del conocimiento de las ciencias naturales de la gente común, el federalismo y las elecciones presidenciales, Estados Unidos no ha aplicado medidas de prevención pandémica basadas en la ciencia, a lo que se suman un flujo frecuente de personas cruzando la frontera del país y políticas laxas sobre los viajes de salida. Las irresponsables y laxas medidas de viaje tomadas por EE. UU., país que se encuentra en el epicentro de la pandemia, han causado directamente el estallido global de la misma.

En contraste con las medidas estrictas de prevención y control impuestas por la mayoría de los países durante la pandemia, EE. UU. adoptó una política de laissez-faire. Algunas medidas básicas, como el uso de mascarillas, el distanciamiento social y la práctica de quedarse en casa, aún no se han convertido en consenso en la sociedad estadounidense. Además, la falta de medidas de confinamiento oportunas también ha acelerado la propagación de la pandemia en el país norteamericano.

Los virus mutados circulan de forma desenfrenada y las tasas de infección y muerte siguen siendo altas, incluso estableciendo un récord mundial de más de 400.000 nuevos casos confirmados en un solo día. La "reapertura" inoportuna obstaculizó no solo los propios esfuerzos de EE. UU. en torno a la prevención y el control de la pandemia, sino que también añadió una carga para el resto del mundo.

A principios de agosto de 2020, el total de casos confirmados de COVID-19 a nivel mundial se acercaba a los 20 millones, de los cuales casi cinco millones procedían de Estados Unidos.

Sin embargo, el Departamento de Estado de EE. UU. anunció en ese momento el levantamiento de un aviso de seguridad de viaje de Nivel 4 que había instruido a los ciudadanos a evitar todos los viajes internacionales, alegando que la pandemia estaba bajo control y que era necesario reabrir para conseguir una recuperación económica.

Esta decisión imprudente tuvo un gran impacto en el mundo.

Según datos publicados por la Oficina Nacional de Turismo de Estados Unidos, desde abril de 2020 hasta marzo de 2021, un total de 23,195 millones de ciudadanos estadounidenses viajaron al exterior por vía aérea y terrestre. Desde noviembre de 2020 hasta enero de 2021, EE. UU. experimentó un pico en las infecciones por COVID-19, con un promedio de casos confirmados diarios que alcanzó los 186.000, al tiempo que el número de ciudadanos que llevaban a cabo viajes al extranjero también alcanzó un punto álgido de 87.000 al día.

Los picos superpuestos dieron como resultado una rápida propagación mundial de la pandemia desde Estados Unidos. Según información disponible, el 30 por ciento de 7.000 casos importados en República de Corea y el 14 por ciento de 6.000 casos confirmados en Australia provenían de EE. UU.

3. Repatriación irresponsable de inmigrantes como exportación de casos a todo el planeta

Estados Unidos ha seguido deportando a inmigrantes indocumentados durante la pandemia y ha aumentado la cantidad de casos importados en todo el mundo, lo que es una falta extrema de respeto por la vida.

El 13 de mayo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió que se detuviera la repatriación de inmigrantes para frenar el brote de la pandemia a nivel mundial.

Sin embargo, Estados Unidos, con la mayor cantidad de casos de COVID-19 en el mundo, no suspendió las deportaciones de manera oportuna. En cambio, el país continuó enviando a miles de inmigrantes a países vulnerables que carecen de equipos y capacidades para abordar la pandemia.

Los datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de EE. UU. mostraron que solo desde marzo hasta mediados de junio de 2020, el número de deportaciones de inmigrantes similares desde los centros de detención de aduanas norteamericanas fue de casi 40.000. En 2020, el ICE expulsó a unas 186.000 personas, un 160 por ciento más que en 2019.

Además, la repatriación cubrió 61 destinos, incluidos Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Haití, República Dominicana, Colombia, México y Jamaica. El Gobierno guatemalteco sostuvo a fines de abril de 2020 que casi una quinta parte de los casos de COVID-19 en el país estaban relacionados con deportados desde Estados Unidos.

4. Tropas de EE. UU. por fuera de su territorio violan repetidamente protocolos de prevención, con lo que aceleran la transmisión de la enfermedad

El personal militar estadounidense rompió los protocolos cuando visitó Vietnam, lo que provocó un brote a gran escala en el país del sudeste asiático.

En marzo de 2020, el portaaviones Theodore Roosevelt, de la Marina de EE. UU., atracó en la ciudad costera vietnamita de Da Nang.

Muchos vietnamitas visitaron el barco donde no hubo ninguna medida de precaución, mientras que alrededor de 5.000 oficiales y marineros estadounidenses desembarcaron para recorrer la ciudad. Un brote masivo de casos de COVID-19 comenzó en Vietnam después de que se fuera el portaaviones.

Los soldados estadounidenses en Japón y la República de Corea se reunieron para las celebraciones del Día de la Independencia, lo que provocó brotes locales.

En julio de 2020, los soldados estadounidenses, puestos en cuarentena en un hotel Hilton en Okinawa, Japón, fueron al centro de la ciudad para una fiesta de celebración del Día de la Independencia de EE. UU., violando los protocolos locales de cuarentena. No usaban mascarillas, ni mantuvieron el distanciamiento social.

La prefectura, que anteriormente no había informado de ningún caso, experimentó un aumento de infecciones después del evento.

En julio de 2020, los soldados estadounidenses en Osan y Daegu, República de Corea, fueron a Busan y se reunieron para las celebraciones del Día de la Independencia, encendiendo petardos sin usar mascarillas, lo que provocó un aumento de casos diarios a nivel local.

5. Fracaso de EE. UU. en controlar la COVID-19 en eventos internacionales conduce a una "superpropagación"

Una conferencia de biotecnología en Boston en febrero de 2020, que fue marcada como un evento de superpropagación de la COVID-19, dio paso a unos 245.000 nuevos casos en EE. UU. y Europa, según un informe de la cadena CNN emitido el 11 de diciembre de 2020, que cita un estudio de huellas dactilares genéticas, dirigido por el equipo del Broad Institute en Massachusetts.

El estudio, publicado en la revista Science, encontró dos huellas dactilares genéticas particulares de virus asociadas con la conferencia y luego rastreó esos linajes en Estados Unidos. Una se propagó desde Boston a 29 estados de EE. UU., así como a otros países, entre ellos Australia, Suecia y Eslovaquia.

El estudio también encontró que un subconjunto de la cepa viral con una mutación terminó infectando a 88.000 personas. Esto significa que la conferencia, a la que asistieron unas 200 personas de todo el mundo sin tomar ninguna medida de protección, sembró miles de infecciones.

6. Sanciones unilaterales conducen a crisis humanitarias

El control de la pandemia no depende de los países que han manejado mejor la emergencia, sino de los que han mostrado más desventajas.

Mientras la pandemia continúa arrasando en todo el mundo, Estados Unidos se negó a levantar las sanciones a algunos países por consideraciones geopolíticas. Esto dificultó el acceso de esos países a suministros médicos y asistencia humanitaria, lo que paralizó sus capacidades para contener el virus.

Irán es un ejemplo. EE. UU. no solo hizo oídos sordos a la solicitud de la comunidad internacional de aliviar las sanciones contra Teherán, sino que introdujo más en la era de COVID. Esto resultó en una explosión de infecciones durante las primeras etapas de la pandemia. Irán alguna vez ocupó el noveno puesto en casos confirmados a nivel mundial.

Debido a las sanciones impuestas por EE. UU., los países de Oriente Medio, América Latina y África con sistemas de salud pública débiles sufrieron una gran pérdida y graves crisis humanitarias.

III: Manipulación política hace más difícil la batalla global contra la pandemia

Las maniobras políticas estadounidenses han puesto al mundo cada vez más lejos de la superación de la pandemia. Desde el comienzo del brote de la COVID-19, los políticos estadounidenses han colocado la geopolítica por encima de la ciencia.

Estados Unidos le ha dado a la pandemia una narrativa de "Guerra Fría", un lenguaje de "Guerra Fría" y connotaciones políticas de ataques de "Guerra Fría", difamando y vilipendiando a China y perturbando seriamente las búsquedas internacionales de los orígenes del virus y la cooperación global antipandémica.

Washington está políticamente polarizado y sumido en el partidismo, incapaz de curar las brechas sociales. Es difícil para el Gobierno concentrar sus esfuerzos en combatir de manera eficaz la pandemia. Esto no solo ha agravado la enfermedad en el país, sino que también ha afectado la lucha mundial contra la COVID-19.

1. Eludir la responsabilidad de prevenir una pandemia y socavar los esfuerzos internacionales contra la enfermedad

Para librarse del dilema de los esfuerzos ineficaces contra la pandemia, los políticos estadounidenses han tomado la iniciativa de dirigir el "agua sucia" a la arena internacional, transfiriendo la responsabilidad a China, haciendo acusaciones irracionales contra la política antipandémica de China, desacreditando la transparencia de China en la lucha contra la pandemia, tratando de responsabilizar al Gobierno chino del fracaso antipandémico de EE. UU., e incluso exigiendo al Gobierno chino que "pague por ello". El propio Trump usó una vez el término "virus chino" para referirse al coronavirus, lo que socava la cooperación entre Beijing y Washington en la lucha contra la pandemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha sido objeto de un cambio por parte de Estados Unidos en la búsqueda de culpables.

La administración Trump afirmó que la OMS no cumplió con el papel que le correspondía y que también era responsable de los efectos de la pandemia en Estados Unidos.

Washington no solo anunció la suspensión de la financiación a la OMS en un momento crítico de la lucha mundial contra la pandemia, sino que también investigó si el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, había respondido adecuadamente a la emergencia.

Para hacer frente a la pandemia en el menor tiempo posible, todos los países deben trabajar juntos y unir fuerzas en la prevención y el control. El subterfugio de culpabilidad de los políticos estadounidenses ha aumentado el costo de la lucha global contra la pandemia, ha creado diferencias entre países y ha obstaculizado gravemente la lucha global contra la pandemia, que a su vez ha empeorado la situación en Estados Unidos y ha prolongado su propia lucha contra la COVID-19.

2. Obsesión con la política del interés propio y un rechazo a asumir responsabilidades

Desde el brote de la pandemia de COVID-19, EE. UU. ha expuesto al máximo su obsesión por el interés político, propio del unilateralismo, además de su posición de "Estados Unidos primero", la "supremacía estadounidense" y su mentalidad hegemónica.

Rastrear los orígenes de la COVID-19 dentro de EE. UU. ayuda a detectar problemas en una fecha temprana y previene brotes futuros. Pero Washington ha empleado un doble rasero en la cuestión del rastreo de los orígenes.

Por un lado, ha promocionado la "teoría de la fuga de laboratorio" y promovido activamente la investigación de la OMS en China. Por otro lado, ha hecho caso omiso de las preguntas y llamadas de la comunidad internacional, negándose a investigar Fort Detrick y un laboratorio biológico de la Universidad de Carolina del Norte, ambos sospechosos.

Por lo tanto, es evidente que Estados Unidos ha promocionado incesantemente el rastreo de los orígenes de la COVID-19 no para ser responsable de la población mundial, sino para fabricar mentiras, distorsionar la verdad, desgastar los recursos diplomáticos de China y ganar fichas de negociación contra Beijing.

Estados Unidos, como la superpotencia número uno del mundo, tiene una responsabilidad y una capacidad de rendir cuentas absolutamente insuficientes. Si bien siempre se jacta del humanitarismo y los derechos humanos, el país practica el "Estados Unidos primero" y se adhiere al "nacionalismo de las vacunas" en lo que respecta a la distribución de las vacunas contra la COVID-19.

Estados Unidos no ha cooperado en la planificación global de la distribución de vacunas y ha hecho acusaciones contra la ayuda de las vacunas de China; ha implementado controles de exportación sobre las materias primas para la producción de inyectables y ha acumulado una gran cantidad de dosis de las vacunas contra la COVID-19 mucho más allá de las necesidades de su gente; ha sido reacio y lento a la hora de proporcionar ayuda a los países en desarrollo afectados por la pandemia. Al hacerlo, ha empeorado la desigualdad mundial de vacunas y ha dejado que la brecha de vacunas se amplíe continuamente.

Los políticos estadounidenses que defienden el unilateralismo parecen haber defendido los intereses estadounidenses, pero su comportamiento es contraproducente. Cada vez está más claro que el Gobierno de Estados Unidos es el mayor hacedor de problemas.

3. Polarización política perjudica primero a EE. UU. y al mundo después

La respuesta de Estados Unidos a la COVID-19 ha sido víctima de las batallas partidistas del país desde el principio. Los demócratas y los republicanos no luchan por controlar eficazmente la pandemia y salvar vidas, sino por utilizar la emergencia como una oportunidad para obtener el apoyo de los votantes.

Cuando la pandemia estaba en su peor momento en Estados Unidos, que coincidió con las elecciones presidenciales de 2020, muchos políticos estaban más preocupados por su propia perspectiva en la transición del Gobierno que por cómo manejar la pandemia. Esto le ha costado a Estados Unidos un tiempo precioso para controlar la enfermedad.

En ese momento, los datos sobre la pandemia de muchos estados norteamericanos se retrasaron varias semanas antes de llegar al Gobierno federal, lo que afectó gravemente la toma de decisiones sobre la pandemia del país.

La situación no ha cambiado desde que la administración Biden llegó al poder. A pesar de la recurrencia de casos de COVID-19, Biden no ha tomado medidas duras contra la resistencia de algunos gobernadores republicanos a usar mascarillas y mantener el distanciamiento social, ni ha actuado estrictamente sobre los votantes indecisos debido a los brotes.

La pandemia incontrolable, el virus en constante mutación y las arraigadas diferencias ideológicas han confundido y enfurecido a los estadounidenses. El sistema político norteamericano difícilmente puede administrar y controlar una sociedad extremadamente dividida, ni puede proteger al país de una nueva ronda de desastres provocados por el hombre, de los que el pueblo estadounidense y las gentes del mundo son víctimas.

A medida que avanza la pandemia de COVID-19, especialmente con la aparición de cepas mutantes, que ha aumentado la incertidumbre sobre la futura respuesta a una pandemia mundial, EE. UU. debería abandonar su obsesión con el interés político propio, reflexionar sobre sus principales errores en la prevención y el control de la pandemia, dejar de politizar el coronavirus, dejar de socavar la cooperación internacional contra la pandemia, compartir activamente sus vacunas con el mundo, realizar investigaciones de rastreo de los orígenes de manera científica, así como facilitar la recuperación económica global, para finalmente derrotar la pandemia de COVID-19.

 
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Texto íntegro del informe de investigación sobre responsabilidad de EE. UU. en la propagación de la COVID-19 a nivel mundial

Spanish.xinhuanet.com 2021-12-25 18:43:22

BEIJING, 25 dic (Xinhua) -- Un informe de investigación titulado "EE. UU. es responsable de la propagación mundial de la COVID-19" fue divulgado el viernes conjuntamente por el Grupo de Expertos Intelligence & Alliance (IATT) y el Instituto Taihe.

Según el documento, los datos de múltiples fuentes han demostrado que Estados Unidos es probablemente el país donde se originó la COVID-19 y el país más responsable de la rápida propagación global del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad.

Su manipulación política de la enfermedad ha hecho que los esfuerzos internacionales contra la pandemia sean particularmente difíciles y desafiantes, añade.

El siguiente es el texto íntegro del informe, traducido al español, que se emitió hoy sábado.

Informe de investigación: EE. UU. es responsable de la propagación mundial de la COVID-19

por Grupo de Expertos Intelligence & Alliance (IATT) y el Instituto Taihe

Introducción

En el contexto de una situación de pandemia global aún alarmante, algunos políticos estadounidenses han seguido utilizando a China como chivo expiatorio sirviéndose del rastreo de los orígenes de la COVID-19, en un intento por embrollar la verdad, encubrir su responsabilidad por el fiasco pandémico y socavar la cooperación global antipandémica. Sus maniobras y comentarios han sido ampliamente cuestionados y criticados por la comunidad internacional.

Los datos de múltiples fuentes han demostrado que Estados Unidos es probablemente el país donde se originó la COVID-19 y el país más responsable de la rápida propagación global del coronavirus SARS-CoV-2. Su manipulación política de la enfermedad ha hecho que los esfuerzos internacionales contra la pandemia sean particularmente difíciles y desafiantes.

Estados Unidos tiene la culpa de la complicada situación actual de la pandemia. Si no corrige sus errores y, de inmediato, comienza a trabajar con otros en la lucha mundial contra la pandemia, la humanidad se enfrentará a desastres aún mayores.

I: Aparición continua de pruebas que indican que la COVID-19 se originó en Estados Unidos

EE. UU. ha intentado encubrir sus irregularidades echando la culpa a otros, incluso hasta el día de hoy. El país norteamericano ha estado muy ocupado politizando el rastreo de los orígenes y difamando a China, y ha hecho oídos sordos a las preguntas de todo el mundo. Además, se ha vuelto aún más sospechoso, al negarse a divulgar información sobre los primeros casos de Estados Unidos y a emprender una investigación sobre los orígenes de la COVID-19 en su territorio.

La investigación y el análisis sobre los orígenes de la COVID-19 por parte de agencias autorizadas de todo el mundo, incluidas las de Estados Unidos, se han vuelto cada vez más claros junto con el desarrollo de la pandemia. También se están acumulando pruebas que indican que EE. UU., un país con la historia más larga de investigación en coronavirus y la capacidad de investigación más avanzada, podría ser el origen de la pandemia.

1. La cronología del brote en Estados Unidos se ha ido actualizando continuamente

Según informaron los medios, el primer caso de COVID-19 en Estados Unidos se detectó el 19 de enero de 2020 en un hombre que regresó a su casa, en el estado de Washington, después de haber realizado un viaje.

Pero a través de investigaciones más en profundidad, los Gobiernos locales del país han identificado infecciones y muertes anteriores por la enfermedad.

A partir de marzo de 2020, la página web del Departamento de Salud del estado estadounidense de Florida publicó registros que mostraban que 171 pacientes tenían síntomas de coronavirus o resultados positivos en pruebas diagnósticas en enero y febrero de ese año. El conjunto de datos completo desapareció de la citada página el 4 de mayo de 2020, solo para regresar más tarde por la noche sin la columna que mostraba la fecha en que esos pacientes desarrollaron síntomas.

En un estudio sobre pruebas de anticuerpos publicado el 15 de junio de 2020, investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. analizaron más de 24.000 muestras de sangre almacenadas que se recolectaron entre el 2 de enero y el 18 de marzo de ese año.

Según la teoría de la prueba serológica, los anticuerpos se pueden encontrar aproximadamente dos semanas después de que una persona se haya infectado. En este estudio, la primera muestra positiva llegó el 7 de enero de 2020 de un voluntario en el estado de Illinois, lo que sugiere que el virus estaba presente en Estados Unidos antes de mediados de diciembre de 2019, un mes antes del primer caso reportado oficialmente en el país.

Además, un estudio publicado el 30 de marzo de 2020 en la revista semanal The New England Journal of Medicine investigó a 24 pacientes críticamente enfermos en la ciudad estadounidense de Seattle. Los infectados fueron identificados por nueve unidades de cuidados intensivos hospitalarias de la ciudad entre el 24 de febrero y el 9 de marzo de ese año.

"Ninguno de los pacientes había viajado recientemente a un país con transmisión conocida, como China, República de Corea, Irán o Italia", detalló la investigación.

"Los análisis genómicos y epidemiológicos del ARN del virus secuenciado recuperado en la región occidental de Washington han demostrado que la propagación del SARS-CoV-2 ha sido el resultado de la transmisión en la comunidad local, lo que significa que la fuente de infección no se puede rastrear hasta una exposición conocida", agregó.

Los hallazgos anteriormente mencionados coinciden con un estudio diacrónico del grupo de expertos privado Intelligence & Alliance Think Tank (IATT, siglas en inglés) sobre el "paciente cero" de la COVID-19.

El informe de IATT, titulado ¿Quién es el "paciente cero"?, citaba un artículo con el título de "Se cierra la investigación de gérmenes mortales en laboratorio del ejército por motivos de seguridad", que se publicó en el diario The New York Times el 5 de agosto de 2019, y un estudio sobre los orígenes de la COVID-19 basado en modelos de macrodatos, que se publicó el 22 de septiembre de este año en ChinaXiv, una plataforma de prepublicación en línea operada por la Academia de Ciencias de China.

Los estudios indicaron que para 12 estados del noreste de EE. UU. las posibles fechas de la primera infección, con una probabilidad del 50 por ciento, caen principalmente entre agosto y octubre de 2019, mientras que la más temprana es el 26 de abril de 2019 en Rhode Island y más tardía el 30 de noviembre de 2019 en Delaware. Todas las fechas indicadas por los datos son anteriores al 20 de enero de 2020, la fecha oficial del primer caso anunciado en Estados Unidos.

Las investigaciones han revelado que la propagación de un virus es un tema complicado en un mundo globalizado y, por lo tanto, el rastreo global de los orígenes de la COVID-19 requiere esfuerzos persistentes. Liu Lili, secretaria general de IATT, dijo que el primer lugar que informa sobre un brote a gran escala no es necesariamente el origen de la pandemia, y agregó que el plan de Washington de politizar un tema académico se está desmoronando.

2. El papel del ejército estadounidense en el origen y propagación de la COVID-19

Estados Unidos fue el primero en iniciar la investigación de virus recombinantes y posee una fuerza incomparable en esta área. También ha financiado y realizado más investigaciones sobre coronavirus que cualquier otro país. Antes de 2015, el equipo del doctor Ralph Baric, de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, había desarrollado la tecnología más avanzada sobre coronavirus recombinantes y adquirió secuencias genéticas de coronavirus a partir de sus estudios en colaboración con un laboratorio biológico militar en Fort Detrick.

El laboratorio fue cerrado abruptamente por el ejército de EE. UU. por presuntas fugas en julio de 2019. Su cierre fue seguido por informes de brotes de neumonía de causa desconocida con síntomas similares a los de la COVID-19 en los alrededores de Fort Detrick. No se puede descartar la posibilidad de que Fort Detrick sea el origen de la pandemia.

El 10 de marzo de 2020, se lanzó una petición en el sitio web de la Casa Blanca, exigiendo que Washington revele información sobre Fort Detrick, el laboratorio más destacado del país en el campo de armas biológicas, así como la verdadera razón de su cierre, y aclare si hubo una fuga de un virus. Sin embargo, Washington hasta ahora se ha negado a decirle al público la verdad con el pretexto de "motivos de seguridad nacional".

El 12 de julio de 2019, el canal ABC News informó del brote de una enfermedad respiratoria mortal, en el que 54 personas desarrollaron fiebre, tos y debilidad general y dos murieron, en una comunidad de jubilados en el norte de Virginia, a solo una hora en automóvil de Fort Detrick.

3. Los primeros casos en muchos países están relacionados con Estados Unidos

Los brotes de COVID-19 en muchos países se han rastreado hasta Estados Unidos. Doce países, incluidos Costa Rica, Bután, Guyana y Kenia, confirmaron a través de información oficial que sus "pacientes cero" provenían de EE. UU.

Según un informe publicado por la Facultad de Medicina de la Universidad Keio de Japón en febrero de 2021, un equipo de investigación realizó la secuenciación del genoma completo del SARS-CoV-2 de muestras de 198 pacientes con COVID-19 en 13 hospitales ubicados en la región de Kanto. Los linajes virales se diferenciaron y clasificaron. El equipo descubrió que una muestra de un paciente con COVID-19 ingresado en un hospital en la región de Kanto en noviembre de 2020 pertenecía al linaje B.1.346 de Clade 20C, que prevalece en el oeste de Estados Unidos tambien desde ese mismo mes.

Según una investigación de la Universidad de Tel Aviv, la mayoría de las infecciones en Israel fueron causadas por una cepa del SARS-CoV-2 importada de Estados Unidos. Tras comparar las secuencias genómicas de más de 200 pacientes en hospitales de todo Israel con unas 4.700 secuencias genómicas tomadas de pacientes de todo el mundo, los investigadores descubrieron que alrededor del 70 por ciento de los pacientes habían sido infectados por una cepa de coronavirus que se originó en Estados Unidos.

Canadá dijo el 30 de abril de 2020 que los primeros casos de COVID-19 en el país provenían, en su mayoría, de Estados Unidos. Los datos de las principales cuatro provincias canadienses (Ontario, Québec, Alberta y Columbia Británica), también las cuatro más afectadas, han demostrado que fueron viajeros estadounidenses quienes trajeron el virus al país.

II: Estados Unidos es la principal fuerza de la propagación global de la COVID-19

Como el país con el mayor número de casos confirmados y muertes por COVID-19 en el mundo, EE. UU. aún no ha salido del abismo de la pandemia. La variante delta se ha propagado a una velocidad más rápida que otras variantes, lo que lleva a un fuerte aumento de nuevos casos diarios en Estados Unidos. Hasta ahora, los casos confirmados en el país han superado los 48 millones y los fallecimientos a causa de la enfermedan han rebasado los 790.000.

En un editorial publicado por la revista The New England Journal of Medicine, con sede en Estados Unidos, se indicó que el país norteamericano "ha fallado en casi todos los pasos" que ha dado en la gestión de la pandemia.

Tras el brote de COVID-19, las políticas internas y externas de Washington, plagadas de errores, no solo han provocado el colapso de su propio control pandémico, sino que también han acelerado la propagación de la enfermedad a nivel mundial.

Estados Unidos ha repatriado a inmigrantes ilegales, ha abierto sus fronteras para permitir los viajes, ha rotado sus tropas desplegadas en países extranjeros y ha realizado ejercicios militares. Estas medidas han llevado la COVID-19 de EE. UU. a otros países y regiones, y le han convertido en la principal fuerza de propagación a gran escala de la pandemia mundial.

1. Perdiendo el mejor momento para controlar la pandemia en una etapa temprana

Estados Unidos confundió la COVID-19 con una gripe, lo que dificultó la detección temprana de la pandemia. Del 28 de junio al 3 de octubre de 2019, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recibieron más de 1.000 casos de neumonía relacionada con el vapeo, con 18 muertes y una tasa de mortalidad de casi el 2 por ciento. Los CDC admitieron que algunos de los primeros casos de COVID-19 "fueron diagnosticados erróneamente como gripe u otra enfermedad", pero hasta ahora no han revelado detalles al respecto.

Según el diario The New York Times, la Secretaría de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. advirtió sobre la posible gravedad de la pandemia el 18 de enero de 2020, pero la Casa Blanca lo ignoró y, desde finales de enero hasta finales de marzo, siguió actuando lentamente, con oídos sordos a las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los expertos estadounidenses y los modelos de datos, lo que provocó la rápida propagación de la pandemia en todo el país.

Con el sistema médico más desarrollado del mundo, Estados Unidos no logró prevenir ni controlar el coronavirus en su etapa inicial y no le prestó suficiente atención, lo que dañó la salud de su propio pueblo. Mientras tanto, el mundo tampoco ha podido compartir la experiencia avanzada del país norteamericano en prevención, control y tratamiento médico, y la capacidad mundial de prevención y control de pandemias se ha visto muy socavada.

2. La política de puertas abiertas agravó la propagación mundial

Afectados por muchos factores, como el fuerte concepto de los llamados "derechos humanos y libertad", la escasa calidad del conocimiento de las ciencias naturales de la gente común, el federalismo y las elecciones presidenciales, Estados Unidos no ha aplicado medidas de prevención pandémica basadas en la ciencia, a lo que se suman un flujo frecuente de personas cruzando la frontera del país y políticas laxas sobre los viajes de salida. Las irresponsables y laxas medidas de viaje tomadas por EE. UU., país que se encuentra en el epicentro de la pandemia, han causado directamente el estallido global de la misma.

En contraste con las medidas estrictas de prevención y control impuestas por la mayoría de los países durante la pandemia, EE. UU. adoptó una política de laissez-faire. Algunas medidas básicas, como el uso de mascarillas, el distanciamiento social y la práctica de quedarse en casa, aún no se han convertido en consenso en la sociedad estadounidense. Además, la falta de medidas de confinamiento oportunas también ha acelerado la propagación de la pandemia en el país norteamericano.

Los virus mutados circulan de forma desenfrenada y las tasas de infección y muerte siguen siendo altas, incluso estableciendo un récord mundial de más de 400.000 nuevos casos confirmados en un solo día. La "reapertura" inoportuna obstaculizó no solo los propios esfuerzos de EE. UU. en torno a la prevención y el control de la pandemia, sino que también añadió una carga para el resto del mundo.

A principios de agosto de 2020, el total de casos confirmados de COVID-19 a nivel mundial se acercaba a los 20 millones, de los cuales casi cinco millones procedían de Estados Unidos.

Sin embargo, el Departamento de Estado de EE. UU. anunció en ese momento el levantamiento de un aviso de seguridad de viaje de Nivel 4 que había instruido a los ciudadanos a evitar todos los viajes internacionales, alegando que la pandemia estaba bajo control y que era necesario reabrir para conseguir una recuperación económica.

Esta decisión imprudente tuvo un gran impacto en el mundo.

Según datos publicados por la Oficina Nacional de Turismo de Estados Unidos, desde abril de 2020 hasta marzo de 2021, un total de 23,195 millones de ciudadanos estadounidenses viajaron al exterior por vía aérea y terrestre. Desde noviembre de 2020 hasta enero de 2021, EE. UU. experimentó un pico en las infecciones por COVID-19, con un promedio de casos confirmados diarios que alcanzó los 186.000, al tiempo que el número de ciudadanos que llevaban a cabo viajes al extranjero también alcanzó un punto álgido de 87.000 al día.

Los picos superpuestos dieron como resultado una rápida propagación mundial de la pandemia desde Estados Unidos. Según información disponible, el 30 por ciento de 7.000 casos importados en República de Corea y el 14 por ciento de 6.000 casos confirmados en Australia provenían de EE. UU.

3. Repatriación irresponsable de inmigrantes como exportación de casos a todo el planeta

Estados Unidos ha seguido deportando a inmigrantes indocumentados durante la pandemia y ha aumentado la cantidad de casos importados en todo el mundo, lo que es una falta extrema de respeto por la vida.

El 13 de mayo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió que se detuviera la repatriación de inmigrantes para frenar el brote de la pandemia a nivel mundial.

Sin embargo, Estados Unidos, con la mayor cantidad de casos de COVID-19 en el mundo, no suspendió las deportaciones de manera oportuna. En cambio, el país continuó enviando a miles de inmigrantes a países vulnerables que carecen de equipos y capacidades para abordar la pandemia.

Los datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de EE. UU. mostraron que solo desde marzo hasta mediados de junio de 2020, el número de deportaciones de inmigrantes similares desde los centros de detención de aduanas norteamericanas fue de casi 40.000. En 2020, el ICE expulsó a unas 186.000 personas, un 160 por ciento más que en 2019.

Además, la repatriación cubrió 61 destinos, incluidos Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Haití, República Dominicana, Colombia, México y Jamaica. El Gobierno guatemalteco sostuvo a fines de abril de 2020 que casi una quinta parte de los casos de COVID-19 en el país estaban relacionados con deportados desde Estados Unidos.

4. Tropas de EE. UU. por fuera de su territorio violan repetidamente protocolos de prevención, con lo que aceleran la transmisión de la enfermedad

El personal militar estadounidense rompió los protocolos cuando visitó Vietnam, lo que provocó un brote a gran escala en el país del sudeste asiático.

En marzo de 2020, el portaaviones Theodore Roosevelt, de la Marina de EE. UU., atracó en la ciudad costera vietnamita de Da Nang.

Muchos vietnamitas visitaron el barco donde no hubo ninguna medida de precaución, mientras que alrededor de 5.000 oficiales y marineros estadounidenses desembarcaron para recorrer la ciudad. Un brote masivo de casos de COVID-19 comenzó en Vietnam después de que se fuera el portaaviones.

Los soldados estadounidenses en Japón y la República de Corea se reunieron para las celebraciones del Día de la Independencia, lo que provocó brotes locales.

En julio de 2020, los soldados estadounidenses, puestos en cuarentena en un hotel Hilton en Okinawa, Japón, fueron al centro de la ciudad para una fiesta de celebración del Día de la Independencia de EE. UU., violando los protocolos locales de cuarentena. No usaban mascarillas, ni mantuvieron el distanciamiento social.

La prefectura, que anteriormente no había informado de ningún caso, experimentó un aumento de infecciones después del evento.

En julio de 2020, los soldados estadounidenses en Osan y Daegu, República de Corea, fueron a Busan y se reunieron para las celebraciones del Día de la Independencia, encendiendo petardos sin usar mascarillas, lo que provocó un aumento de casos diarios a nivel local.

5. Fracaso de EE. UU. en controlar la COVID-19 en eventos internacionales conduce a una "superpropagación"

Una conferencia de biotecnología en Boston en febrero de 2020, que fue marcada como un evento de superpropagación de la COVID-19, dio paso a unos 245.000 nuevos casos en EE. UU. y Europa, según un informe de la cadena CNN emitido el 11 de diciembre de 2020, que cita un estudio de huellas dactilares genéticas, dirigido por el equipo del Broad Institute en Massachusetts.

El estudio, publicado en la revista Science, encontró dos huellas dactilares genéticas particulares de virus asociadas con la conferencia y luego rastreó esos linajes en Estados Unidos. Una se propagó desde Boston a 29 estados de EE. UU., así como a otros países, entre ellos Australia, Suecia y Eslovaquia.

El estudio también encontró que un subconjunto de la cepa viral con una mutación terminó infectando a 88.000 personas. Esto significa que la conferencia, a la que asistieron unas 200 personas de todo el mundo sin tomar ninguna medida de protección, sembró miles de infecciones.

6. Sanciones unilaterales conducen a crisis humanitarias

El control de la pandemia no depende de los países que han manejado mejor la emergencia, sino de los que han mostrado más desventajas.

Mientras la pandemia continúa arrasando en todo el mundo, Estados Unidos se negó a levantar las sanciones a algunos países por consideraciones geopolíticas. Esto dificultó el acceso de esos países a suministros médicos y asistencia humanitaria, lo que paralizó sus capacidades para contener el virus.

Irán es un ejemplo. EE. UU. no solo hizo oídos sordos a la solicitud de la comunidad internacional de aliviar las sanciones contra Teherán, sino que introdujo más en la era de COVID. Esto resultó en una explosión de infecciones durante las primeras etapas de la pandemia. Irán alguna vez ocupó el noveno puesto en casos confirmados a nivel mundial.

Debido a las sanciones impuestas por EE. UU., los países de Oriente Medio, América Latina y África con sistemas de salud pública débiles sufrieron una gran pérdida y graves crisis humanitarias.

III: Manipulación política hace más difícil la batalla global contra la pandemia

Las maniobras políticas estadounidenses han puesto al mundo cada vez más lejos de la superación de la pandemia. Desde el comienzo del brote de la COVID-19, los políticos estadounidenses han colocado la geopolítica por encima de la ciencia.

Estados Unidos le ha dado a la pandemia una narrativa de "Guerra Fría", un lenguaje de "Guerra Fría" y connotaciones políticas de ataques de "Guerra Fría", difamando y vilipendiando a China y perturbando seriamente las búsquedas internacionales de los orígenes del virus y la cooperación global antipandémica.

Washington está políticamente polarizado y sumido en el partidismo, incapaz de curar las brechas sociales. Es difícil para el Gobierno concentrar sus esfuerzos en combatir de manera eficaz la pandemia. Esto no solo ha agravado la enfermedad en el país, sino que también ha afectado la lucha mundial contra la COVID-19.

1. Eludir la responsabilidad de prevenir una pandemia y socavar los esfuerzos internacionales contra la enfermedad

Para librarse del dilema de los esfuerzos ineficaces contra la pandemia, los políticos estadounidenses han tomado la iniciativa de dirigir el "agua sucia" a la arena internacional, transfiriendo la responsabilidad a China, haciendo acusaciones irracionales contra la política antipandémica de China, desacreditando la transparencia de China en la lucha contra la pandemia, tratando de responsabilizar al Gobierno chino del fracaso antipandémico de EE. UU., e incluso exigiendo al Gobierno chino que "pague por ello". El propio Trump usó una vez el término "virus chino" para referirse al coronavirus, lo que socava la cooperación entre Beijing y Washington en la lucha contra la pandemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha sido objeto de un cambio por parte de Estados Unidos en la búsqueda de culpables.

La administración Trump afirmó que la OMS no cumplió con el papel que le correspondía y que también era responsable de los efectos de la pandemia en Estados Unidos.

Washington no solo anunció la suspensión de la financiación a la OMS en un momento crítico de la lucha mundial contra la pandemia, sino que también investigó si el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, había respondido adecuadamente a la emergencia.

Para hacer frente a la pandemia en el menor tiempo posible, todos los países deben trabajar juntos y unir fuerzas en la prevención y el control. El subterfugio de culpabilidad de los políticos estadounidenses ha aumentado el costo de la lucha global contra la pandemia, ha creado diferencias entre países y ha obstaculizado gravemente la lucha global contra la pandemia, que a su vez ha empeorado la situación en Estados Unidos y ha prolongado su propia lucha contra la COVID-19.

2. Obsesión con la política del interés propio y un rechazo a asumir responsabilidades

Desde el brote de la pandemia de COVID-19, EE. UU. ha expuesto al máximo su obsesión por el interés político, propio del unilateralismo, además de su posición de "Estados Unidos primero", la "supremacía estadounidense" y su mentalidad hegemónica.

Rastrear los orígenes de la COVID-19 dentro de EE. UU. ayuda a detectar problemas en una fecha temprana y previene brotes futuros. Pero Washington ha empleado un doble rasero en la cuestión del rastreo de los orígenes.

Por un lado, ha promocionado la "teoría de la fuga de laboratorio" y promovido activamente la investigación de la OMS en China. Por otro lado, ha hecho caso omiso de las preguntas y llamadas de la comunidad internacional, negándose a investigar Fort Detrick y un laboratorio biológico de la Universidad de Carolina del Norte, ambos sospechosos.

Por lo tanto, es evidente que Estados Unidos ha promocionado incesantemente el rastreo de los orígenes de la COVID-19 no para ser responsable de la población mundial, sino para fabricar mentiras, distorsionar la verdad, desgastar los recursos diplomáticos de China y ganar fichas de negociación contra Beijing.

Estados Unidos, como la superpotencia número uno del mundo, tiene una responsabilidad y una capacidad de rendir cuentas absolutamente insuficientes. Si bien siempre se jacta del humanitarismo y los derechos humanos, el país practica el "Estados Unidos primero" y se adhiere al "nacionalismo de las vacunas" en lo que respecta a la distribución de las vacunas contra la COVID-19.

Estados Unidos no ha cooperado en la planificación global de la distribución de vacunas y ha hecho acusaciones contra la ayuda de las vacunas de China; ha implementado controles de exportación sobre las materias primas para la producción de inyectables y ha acumulado una gran cantidad de dosis de las vacunas contra la COVID-19 mucho más allá de las necesidades de su gente; ha sido reacio y lento a la hora de proporcionar ayuda a los países en desarrollo afectados por la pandemia. Al hacerlo, ha empeorado la desigualdad mundial de vacunas y ha dejado que la brecha de vacunas se amplíe continuamente.

Los políticos estadounidenses que defienden el unilateralismo parecen haber defendido los intereses estadounidenses, pero su comportamiento es contraproducente. Cada vez está más claro que el Gobierno de Estados Unidos es el mayor hacedor de problemas.

3. Polarización política perjudica primero a EE. UU. y al mundo después

La respuesta de Estados Unidos a la COVID-19 ha sido víctima de las batallas partidistas del país desde el principio. Los demócratas y los republicanos no luchan por controlar eficazmente la pandemia y salvar vidas, sino por utilizar la emergencia como una oportunidad para obtener el apoyo de los votantes.

Cuando la pandemia estaba en su peor momento en Estados Unidos, que coincidió con las elecciones presidenciales de 2020, muchos políticos estaban más preocupados por su propia perspectiva en la transición del Gobierno que por cómo manejar la pandemia. Esto le ha costado a Estados Unidos un tiempo precioso para controlar la enfermedad.

En ese momento, los datos sobre la pandemia de muchos estados norteamericanos se retrasaron varias semanas antes de llegar al Gobierno federal, lo que afectó gravemente la toma de decisiones sobre la pandemia del país.

La situación no ha cambiado desde que la administración Biden llegó al poder. A pesar de la recurrencia de casos de COVID-19, Biden no ha tomado medidas duras contra la resistencia de algunos gobernadores republicanos a usar mascarillas y mantener el distanciamiento social, ni ha actuado estrictamente sobre los votantes indecisos debido a los brotes.

La pandemia incontrolable, el virus en constante mutación y las arraigadas diferencias ideológicas han confundido y enfurecido a los estadounidenses. El sistema político norteamericano difícilmente puede administrar y controlar una sociedad extremadamente dividida, ni puede proteger al país de una nueva ronda de desastres provocados por el hombre, de los que el pueblo estadounidense y las gentes del mundo son víctimas.

A medida que avanza la pandemia de COVID-19, especialmente con la aparición de cepas mutantes, que ha aumentado la incertidumbre sobre la futura respuesta a una pandemia mundial, EE. UU. debería abandonar su obsesión con el interés político propio, reflexionar sobre sus principales errores en la prevención y el control de la pandemia, dejar de politizar el coronavirus, dejar de socavar la cooperación internacional contra la pandemia, compartir activamente sus vacunas con el mundo, realizar investigaciones de rastreo de los orígenes de manera científica, así como facilitar la recuperación económica global, para finalmente derrotar la pandemia de COVID-19.

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