ENFOQUE: El renacimiento de Ruanda, una nación unida que emerge de la sombra del genocidio | Spanish.xinhuanet.com

ENFOQUE: El renacimiento de Ruanda, una nación unida que emerge de la sombra del genocidio

spanish.news.cn| 2024-04-18 16:44:00|
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KIGALI, 18 abr (Xinhua) -- Durante una ceremonia en el Memorial del Genocidio de Kigali el 7 de abril, el presidente ruandés, Paul Kagame, y la primera dama, Jeannette Kagame, encendieron una antorcha conmemorativa, una llama del recuerdo que arderá durante 100 días como solemne tributo a la tragedia ocurrida hace tres décadas.

El 7 de abril de 1994, Ruanda se sumió en la oscuridad cuando casi un millón de ruandeses, en su mayoría tutsis, fueron víctimas de la brutalidad durante tres meses. El genocidio, que desgarró comunidades de hutus y tutsis que compartían la misma lengua y religión, tenía sus raíces en las políticas coloniales de las potencias occidentales. Las semillas de la división se sembraron mediante el esquema colonial de "divide y vencerás".

 

NO NOS DISTINGUIMOS

Enclavada en el corazón de África, Ruanda es conocida como "la tierra de las mil colinas". Las comunidades hutu y tutsi coexisten desde hace mucho tiempo como grupos étnicos predominantes. Durante generaciones, las dos comunidades se han entremezclado, viviendo en asentamientos mixtos y a menudo casándose entre sí.

"Antes de la llegada de los colonizadores, los ruandeses vivían en total armonía, donde hutus, tutsis y twas desempeñaban cada uno su papel en la sociedad", afirma Jean-Baptiste Gasominari, analista político ruandés.

El destino de Ruanda dio un giro drástico con la llegada de los colonizadores europeos, primero alemanes y después belgas, a finales del siglo XIX. Empleando el ardid de la clasificación racial, los colonizadores hicieron añicos la antigua armonía entre los dos grupos étnicos.

Según este erróneo artificio, los europeos se consideraban superiores a los africanos, designaban a los tutsis, con rasgos físicos más cercanos a los europeos, como la "raza superior" y los reclutaban como apoderados para el Gobierno. En consecuencia, desde 1933, las autoridades coloniales belgas impusieron la división de "hutu" o "tutsi" en los documentos de identidad de los ruandeses.

"No pueden distinguirnos, ni siquiera nosotros podemos distinguirnos", dijo Laurent Nkongoli, entonces vicepresidente de la Asamblea Nacional, que es tutsi, al escritor estadounidense Philip Gourevitch, afirmando que le trataban como "uno de ellos" en un asentamiento hutu.

"Hutus y tutsis fueron una vez clases sociales, pero los colonizadores transformaron estas identidades en herramientas políticas", afirmó Ladislas Ngendahimana, secretario general de la Asociación Ruandesa de Autoridades de Gobierno Local.

 

DIVISIÓN CREADA POR LOS COLONIZADORES

Mahmood Mamdani, académico ugandés, profundiza en la estratagema empleada por las potencias coloniales conocida como gobierno indirecto, una táctica que no pretendía erradicar, sino redefinir, las diferencias existentes entre conquistadores y conquistados.

Al principio, los colonizadores intentaron ejercer un control directo sobre sus colonias, pero se toparon con una formidable resistencia afianzada en arraigadas tradiciones sociales.

Henry Maine, jurista británico, ideó el tristemente célebre plan "divide y vencerás" para salvar a la autoridad británica en la India. El maquiavélico planteamiento explotó las divisiones existentes entre las poblaciones locales por motivos de raza, lengua, cultura y religión.

En Ruanda, la manipulación colonial se manifestó en el trato preferente a los tutsis en las esferas militar y política, mientras se reprimía sistemáticamente a los hutus. Se impuso el dominio de los tutsis, sustituyendo a los jefes hutus y limitando las oportunidades educativas de los jóvenes hutus.

"Los colonizadores no solo exacerbaron la división, sino que la crearon", afirmó Gasominari. "Para los colonizadores es difícil echar raíces en un país unificado y pacífico, así que dividieron los países africanos, nos debilitaron y se llevaron nuestros minerales y nuestro oro".

 

LOS COLONIZADOS SE VOLVIERON UNOS CONTRA OTROS

Tras la Segunda Guerra Mundial, la administración colonial belga, sintiendo la oleada de sentimiento anticolonial, trató de alinearse con la creciente población hutu, posicionándose como árbitros en la escalada de tensiones étnicas.

"La última batalla de los colonizados contra los colonizadores será a menudo la lucha de los colonizados entre sí", observó Frantz Fanon, escritor y revolucionario francés.

En 1959 estalló la "revolución social" en Ruanda, cuando el resentimiento de los hutus se convirtió en violencia contra los tutsis. Cientos de miles de tutsis, entre ellos un Paul Kagame de dos años de edad, se vieron obligados a exiliarse.

Cuando las autoridades belgas perdieron el control del poder, prestaron su apoyo a los hutus, allanando el camino para su rotunda victoria en las elecciones locales de 1960.

Tras su independencia en 1962, el nuevo Gobierno de Ruanda expulsó a los tutsis de la esfera política, prohibiéndoles la educación superior y el empleo remunerado.

En octubre de 1990, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), formado por tutsis exiliados de Uganda, se enfrentó a las fuerzas gubernamentales ruandesas, exigiendo su derecho a regresar a casa y ser reconocidos como ciudadanos ruandeses.

En medio de la escalada de tensiones, los actores externos complicaron aún más la situación. Francia, que competía por su influencia en África, apoyó al régimen profrancés hutu, proporcionándole armas y entrenamiento para sofocar a las fuerzas tutsis, que mantenían estrechos vínculos con antiguas colonias británicas como Uganda.

En agosto de 1993, el Gobierno ruandés, dirigido por el presidente hutu Juvenal Habyarimana, y el FPR firmaron los Acuerdos de Arusha para abordar cuestiones clave como el reparto del poder y la repatriación de refugiados, en un intento de poner fin a la prolongada guerra civil.

El 6 de abril de 1994, el trágico asesinato de Habyarimana y del presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, en un incidente aéreo cerca del aeropuerto de Kigali, fue el catalizador que encendió el polvorín del conflicto en Ruanda, sumiendo a la nación en su hora más oscura.

Tras el caótico siniestro del avión presidencial, los extremistas hutus no perdieron tiempo en hacerse con el control y formar un Gobierno provisional.

Armados con machetes y alimentados por una retórica cargada de odio, los civiles hutus se abalanzaron sobre sus vecinos tutsis, desatando una ola de matanzas que se extendió por toda la ciudad. En una semana, las calles de Kigali se tiñeron de rojo con la sangre de 20.000 víctimas.

Durante 100 días, Ruanda se sumió en una vorágine de violencia y desesperación. La sangre corría libremente, manchando casas, campos y carreteras con el sombrío testamento del genocidio. Las infraestructuras públicas estaban en ruinas y el espectro de la muerte se cernía sobre la nación.

 

TRAICIÓN DEL MUNDO OCCIDENTAL

"Fue la comunidad internacional la que nos falló a todos, ya fuera por desprecio o por cobardía", dijo Kagame en su discurso en la ceremonia de conmemoración del 30 aniversario del genocidio.

"Cuando hablamos de la comunidad internacional, básicamente significa los países poderosos, el mundo occidental", dijo Ngendahimana.

Cuando se produjo la tragedia en 1994, los funcionarios estadounidenses dudaron en invocar el término "genocidio", esquivando las obligaciones legales que se derivarían de la Convención sobre el Genocidio adoptada por las Naciones Unidas.

Como dijo el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en un discurso pronunciado durante los 100 días: "Que nos impliquemos o no en alguno de los conflictos étnicos del mundo dependerá, al final, del peso acumulativo de los intereses estadounidenses en juego".

 

ACEPTANDO EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN

Fue en julio de 1994, con el FPR dirigido por Kagame tomando el control de Kigali y pronto de todo el país, cuando terminó la tragedia de los 100 días.

Ese mismo mes, el FPR estableció un Gobierno de Unidad Nacional, formado por funcionarios hutus y tutsis, lo que supuso un paso decisivo para superar las profundas divisiones que habían desgarrado la nación.

Un elemento central de los esfuerzos de reconciliación fue la revisión de la Constitución, que supuso la eliminación de las categorías étnicas de los documentos de identidad. Los ruandeses ya no se definían por las etiquetas hutu o tutsi; en su lugar, adoptaron una identidad compartida como ruandeses, unidos en su humanidad común.

El Gobierno ruandés buscó soluciones innovadoras para hacer justicia y facilitar la recuperación. Con un panorama político estable, una seguridad sólida y un compromiso con una gobernanza transparente, Ruanda ha logrado un notable desarrollo económico y social en los últimos años.

Según el Banco Mundial, la economía ruandesa ha registrado un notable crecimiento, con una tasa media anual del 7,2 por ciento y el correspondiente aumento del PIB per cápita de un 5 por ciento entre 2009 y 2019. Kigali recibió el premio Pergamino de Honor de ONU-Hábitat en 2008, convirtiéndose en la primera ciudad africana en obtenerlo.

Como miembro del sur global, el fortalecimiento de la cooperación Sur-Sur es una dirección importante para el compromiso exterior de Ruanda. La Iniciativa de Cooperación de Ruanda, financiada por el Gobierno, se estableció en 2018 para mostrar las innovaciones transformadoras de Ruanda a los socios globales y fortalecer los intercambios y la cooperación entre los países en desarrollo en su búsqueda del desarrollo.

En 2018, Ruanda se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, propuesta por China. Según las estadísticas, las autopistas construidas por empresas chinas representan más del 70 por ciento del kilometraje total del país, convirtiéndose en las arterias del desarrollo económico y social de Ruanda, interconectando el país sin salida al mar y conectándolo con sus países vecinos.

"Elogio la manera en que China se compromete con África, incluida su colaboración con Ruanda. El Foro de Cooperación China-África, iniciado por China, no es un medio de colonización, sino una plataforma para fomentar la colaboración entre los pueblos. El modelo de desarrollo chino, que busca la transición de la pobreza a la prosperidad, sirve de inspiración para otros países en desarrollo", declaró Ngendahimana.

Durante la ceremonia de conmemoración del Día de las Naciones Unidas para la Cooperación Sur-Sur el pasado mes de septiembre, Manasseh Nshuti, el entonces ministro de Estado ruandés para la Comunidad de África Oriental en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional, subrayó la importancia de la cooperación Sur-Sur.

"Insto a cada uno de nosotros a que nos detengamos a contemplar el inmenso potencial que encierra la cooperación Sur-Sur. No se limita al intercambio de ideas o a la firma de acuerdos; se trata de forjar lazos duraderos de solidaridad que eleven nuestras naciones y transformen nuestro futuro colectivo", afirmó Nshuti.

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