RÍO DE JANEIRO, 31 oct (Xinhua) -- Una de las principales obras de China en Brasil, la línea de transmisión de energía entre Xingu y Río de Janeiro, con más de 2.500 kilómetros de extensión, permitió la mejora y el desarrollo de un pequeño quilombo gracias a una fábrica de pulpa de frutas.
El quilombo, o una comunidad quilombola, es una aldea construida por grupos de africanos y afrodescendientes que escaparon de la esclavitud y se unieron en comunidades estrechamente unidas para resistirse a la recaptura. Por lo tanto, se localizan generalmente en lugares lejanos y algo ocultos de las grandes ciudades brasileñas.
Construida por la empresa china State Grid Brazil Holding (SGBH), la línea de transmisión Xingu-Río lleva la energía generada en la central hidroeléctrica de Belo Monte, en plena Amazonía, hasta estados sudestes de Río de Janeiro y Sao Paulo, atravesando cinco estados y 81 ciudades y beneficiando a más de 20 millones de personas.
En su paso por la comunidad quilombola de Malhadinha, en el estado de Tocantins (noreste de Brasil), la obra social de SGBH detectó las posibilidades de aprovechar las numerosas frutas que hay en el lugar para construir una fábrica de pulpa de fruta y con ello, dar trabajo a las mujeres del quilombo, casi todas sin empleo ni ingresos previamente.
Tras el estudio realizado por SGBH, en noviembre de 2018 terminaron las obras de adecuación de la fábrica, y en marzo de 2019, se empezaron a entrenar a los obreros para todo el proceso, que va desde la recogida de las frutas hasta el uso de las máquinas para hacer pulpa de fruta.
En agosto de 2021, la compañía finalmente empezó a funcionar, lo que cambió por completo la vida de los habitantes del quilombo gracias a la producción de pulpa de frutas como acerola, murici, anacardos, tamarindo, mango, piña o maracuyá, recogidas todas en los jardines y patios de los habitantes del quilombo.
"Conocimos el quilombo a través de los estudios socioambientales que hicimos para tener la licencia ambiental de la línea de transmisión (...) y a partir de aquí, desarrollamos el programa básico ambiental Quilombo, desde donde entendimos las necesidades de la comunidad", explicó a Xinhua Anne Luise de Amorim, coordinadora de la parte social de SGBH.
Finalmente, se llegó a la conclusión que se podría construir una fábrica para hacer pulpa de frutas.
"Algunas personas de la comunidad ya producían pulpa de fruta, en algún momento tuvieron que parar esta producción por la calidad del agua, y decidimos retomar este oficio con ellos, trayendo esta oportunidad de tener una unidad de procesamiento de pulpa de fruta, algo profesional", dijo Amorim.
Las obras incluyeron la construcción de dos pozos, que mejoraron la calidad del agua, y supusieron una "oportunidad de generación de renta, empleo y empoderamiento para la comunidad", resaltó la coordinadora.
Una de las personas responsables de que la fábrica funcione es Graziela Barbosa Paludo, ingeniera de alimentos y encargada de "toda la parte de acompañamiento, desde el recibir y guardar las frutas frescas, hasta el procesamiento, en la despulpadora, la parte de envasar, de estructurar la fecha de caducidad y conservación, hasta el suministro y desarrollo de acuerdos, tanto con órganos públicos como con privados para la venta del producto".
Con la fábrica funcionando a todo vapor, Paludo se desplaza ahora una vez o dos por semana desde Palmas, la capital regional, hasta el quilombo, para supervisar todo el funcionamiento y el proceso.
"El día que vengo es una satisfacción, al ver el desarrollo de las chicas, que antes no tenían ninguna fuente de renta. Antes de la fábrica, muchas dependían del marido, que en algunos casos tampoco tenía trabajo fijo. Generamos renta para una parte de la población a veces olvidada, porque la mayoría son mujeres, quilombolas y que viven lejos de la ciudad", afirmó con orgullo a Xinhua.
La satisfacción con la fábrica la ejemplifica también Marlene Araújo Dias, una de las trabajadoras y que antes era ama de casa.
"Podemos decir que la diferencia entre antes y ahora es como del agua al vino. Era ama de casa sin ninguna expectativa, y tras el emprendimiento, podemos decir que tenemos grandes realizaciones y sueños, grandes conquistas (...) no es un sueño, es una realidad que estamos viviendo", aseguró.
El kilo de pulpa se vende a entre 12 y 30 reales (entre 2,4 y seis dólares), dependiendo de la fruta, y los compra la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), hoteles y otros establecimientos. En algunas escuelas estatales, los alumnos consumen en meriendas zumo derivado de la pulpa fabricada por los quilombolas.
Cada obrera, que previamente ha recibido un curso de capacitación para el trabajo, gana unos 8.000 reales anuales (1.600 dólares). Con todo ello, la vida de los habitantes del quilombo ha transformado radicalmente.
"Ahora tengo sofá, nevera, internet, estoy reformando la fachada de casa...y tengo el sueño de tener mi coche", afirmó Marlene y añadió que ahora puede comprarse un teléfono móvil y "pagarlo al contado, antes si lo quería tenía que parcelar el pago en 12 veces. Todo esto gracias a la fábrica de pulpa de frutas".
"Son alegrías y emociones que no se pueden expresar con palabras, solo agradecimiento. Con trabajo se conquista. Tenemos muchas ganas de crecer (...) Si se quiere, se puede", concluyó Marlene. Fin