Por Javier Sánchez
BOGOTÁ, 25 dic (Xinhua) -- En relaciones internacionales es habitual el uso del concepto "doctrina" para expresar la enunciación formal que hace un gobernante o jefe de Estado de la línea política a la que su país se atendrá en materia de política exterior. Así, por ejemplo, es posible encontrar referencias a cuerpos doctrinales de política exterior en el ámbito latinoamericano como la Doctrina Respice Polum acuñada por el presidente colombiano Marco Fidel Suárez en los años veinte del siglo pasado y, para el caso mexicano, la Doctrina Estrada, en la década de 1930.
Este intento de sintetizar en un concepto, asociado al apellido del gobernante también lo podemos encontrar en la extinta Unión Soviética. En los manuales de Relaciones Internacionales podemos tropezarnos con entradas acerca de la Doctrina Brézhnev conocida también como la doctrina de "la soberanía limitada" a partir de la cual a ningún país de la órbita soviética le estaba permitido abandonar el socialismo. En un claro contraste con la política de Leonid Brézhnev años después el Gobierno de Mijaíl Gorbachov puso en marcha la Doctrina Sinatra, para describir su política de permitir a los países vecinos del Pacto de Varsovia resolver sus asuntos internos y fijar su propia evolución política, doctrina que está en la base de la posterior disolución de la Unión Soviética.
El concepto, sin embargo, es mucho más ampliamente utilizado en la ciencia política norteamericana, para referirse a los principios de política exterior que han caracterizado a cada uno de los Gobiernos de la potencia del norte. Se habla de Doctrina Truman (contención del comunismo mediante la oferta de asistencia económica y militar a determinados países para evitar que cayeran en la órbita soviética), de Doctrina Eisenhower (estrategia para contener el avance de la Unión Soviética en Medio Oriente), de Doctrina Nixon enunciada al calor de la derrota en Vietnam según la cual los países asiáticos debían asumir la responsabilidad de su propia defensa y Estados Unidos solo enviaría tropas si dichos países fueran amenazados por fuerzas superiores, de Doctrina Carter, (declaración del uso de la fuerza militar para defender los intereses estadounidenses en el Golfo Pérsico en caso de necesidad) y de Doctrina Reagan (apoyo a grupos de oposición y guerrillas anticomunistas para derrocar gobiernos prosoviéticos en Asia, África y América Latina), entre otras.
Pero es la Doctrina Monroe, enunciada en 1823 por el presidente norteamericano James Monroe una de las doctrinas de política exterior que más análisis ha merecido. No son pocos los estudiosos de las relaciones internacionales que incluso ven en algunas de las doctrinas que acabamos de mencionar los principios básicos de la Doctrina Monroe aplicados en momentos específicos de la historia norteamericana.
Su enunciación inicial se produjo en un discurso ante el Congreso de Estados Unidos hace exactamente 200 años, el 2 de diciembre de 1823 y se resume en la conocida frase "América para los americanos". Algunos han visto en ella la declaración prematura de la vocación hegemónica de Estados Unidos. No obstante, las implicaciones de su aplicación son diferentes dependiendo del momento que se analice. No representa lo mismo dicha declaración emitida cuando Estados Unidos eran una nación recientemente independizada y aún débil económica y militarmente a su aplicación 25 años después cuando inician su proceso de expansión territorial. Y todavía más distinta en las postrimerías del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX cuando Estados Unidos ya se han mostrado como la potencia ascendente en el firmamento internacional y han derrotado a España en la guerra de 1898, arrebatándole sus últimas posesiones coloniales: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.
En su enunciación original la Doctrina Monroe tenía como propósito rechazar un eventual intento de reconquista por parte de las potencias europeas en contra de las jóvenes naciones americanas recién independizadas de España, Portugal y Francia. Esa expresión de "solidaridad" internacional incluso fue muy bien recibida por parte de las nuevas naciones americanas como un compromiso de acudir en su defensa en caso de alguna amenaza a sus soberanías por parte de las potencias europeas. Pero muy pronto, la doctrina mostró sus inconsistencias. En 1833, Argentina debió observar como la Gran Bretaña tomaba posesión de las Islas Malvinas, sin poder reaccionar y sin contar con el respaldo de Estados Unidos. México también debió enfrentarse de manera solitaria a la intervención de Francia en su territorio en 1862 en un intento de constituir un imperio francés en tierras americanas. La pasividad de Estados Unidos para salir en defensa de su vecino mexicano era hasta cierto punto esperable pues México ya había sido víctima directa de la expansión norteamericana en 1848 cuando le fue arrebatado el 55 por ciento de su territorio.
No obstante, el verdadero sentido de la frase "América para los americanos" se puso de presente a comienzos del siglo XX cuando al amparo de la política del Gran Garrote del presidente Theodore Roosevelt, América Latina tuvo que sufrir múltiples intervenciones militares dirigidas a asegurar el control de las débiles economías caribeñas mediante la inversión de capital en renglones como el banano y el petróleo y su intervención en la separación de Panamá.
Con el fin de la segunda guerra mundial y el surgimiento de la Guerra Fría con la Unión Soviética como principal contendiente, la Doctrina Monroe reverdece como una forma de contener el avance del comunismo y toma cuerpo en la Doctrina Truman a nivel global y en la Doctrina de Seguridad Nacional aplicada en América Latina. Durante este período varias naciones latinoamericanas padecieron desestabilización política y golpes de Estado y el recrudecimiento de la violencia estatal apoyada por Estados Unidos en contra de los movimientos sociales o sectores de oposición.
En la actualidad, cuando el ocaso de la hegemonía norteamericana se hace evidente a nivel global y en América Latina, el que fuera su "patio trasero", Estados Unidos intentan prolongar la vigencia de la Doctrina bicentenaria como último recurso para evitar el aumento de la influencia de otros centros de poder como China y Rusia. En su intento, tropiezan con unas naciones latinoamericanas cada vez más altivas y celosas de su dignidad y soberanía. Todo parece indicar que la consolidación del Nuevo Orden Multipolar que se vislumbra en el horizonte significará también el triste final para la Doctrina Monroe.
(El autor es analista y profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia de Colombia)
(Las opiniones expresadas en este artículo son del escritor y no necesariamente reflejan las posturas de la Agencia de Noticias Xinhua)








