MADRID, 13 mar (Xinhua) -- Un sistema agropecuario sostenible, que use de forma racional el agua, un recurso cada vez más escaso debido a la crisis climática, y adopte medidas para atajar la rampante degradación de los suelos es condición "sine qua non" para frenar la desertificación en España.
Así lo argumentan diversas voces dentro del sector ante la reciente decisión de la Comisión Europea de flexibilizar varias medidas medioambientales que se exigían a los agricultores y ganaderos para solicitar subvenciones, a raíz de sus protestas multitudinarias en muchos países de la Unión Europea (UE), entre ellos España.
Los requisitos medioambientales, esgrimen los manifestantes, les están suponiendo unos costes inasumibles, en especial a los pequeños y medianos agricultores, debido a las condiciones climatológicas, la alteración de los mercados, con la crisis de Ucrania como telón de fondo, y la entrada de productos de terceros países a los que no se exigen los mismos requisitos.
"Dentro de la nueva Política Agraria Común (PAC) 2023-2027, existen lo que llaman buenas prácticas agrícolas y medioambientales, como dejar una parte de las tierras en barbecho, hacer rotación de cultivos o dejar una cobertura mínima vegetal sobre los suelos", explicó a Xinhua Maxime Orhon, consultor de la organización Por Otra PAC.
El propio Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico reconoce que el 74 por ciento del territorio español "es susceptible de desertificación" y, entre las herramientas para frenarla, incluye la PAC -la política agrícola común de la UE- y la condicionalidad de las ayudas.
"Hacer rotación de cultivos protege los suelos porque si siempre pones los mismos 'chupas' los nutrientes del suelo y esto es factor de desertificación", dijo el técnico de Por Otra Pac, coalición que reúne a varios grupos agrarios y ecologistas, entre ellos el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, siglas en inglés).
Así mismo, "dejar una cobertura vegetal entre los olivos, por ejemplo, guarda nutrientes, humedad y evita la erosión", todo lo contrario de lo que se está haciendo en la actualidad, agregó.
El 79,1 por ciento del agua en España se lo llevan la agricultura y la ganadería, aunque con una diferencia abismal entre unas y otras cuencas hidrográficas, según datos del ministerio.
Algunos cultivos tradicionalmente de secano, como el almendro, la vid o el olivo, se han reconvertido incluso al regadío, lo que proporciona productividades de hasta cuatro o cinco veces más, pero a la vez multiplica el uso del agua en zonas secas.
Por eso, desde el Observatorio Ciudadano de la Sequía, entidad que cuenta con el apoyo de la pública Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, sus científicos subrayan la necesidad de un modelo agrícola sostenible.
En este sentido, explican, algunas demarcaciones hidrográficas llegan a reconocer en sus planes demandas que están por encima de los recursos disponibles.
En una entrevista reciente con la televisión estatal española, la catedrática de Ingeniería Hidráulica María José Polo consideró que "a lo mejor tanto Europa como nosotros tenemos que renunciar a algo", reduciendo el volumen de las exportaciones, regando menos o diversificando los cultivos.
"Podemos ser la huerta de Europa, pero cuando nos quitan el agua para riego no somos la huerta de nadie", aseveró, y apuntó que, a pesar del aumento de los embalses en los últimos años, la construcción ha servido para aumentar las hectáreas de regadío.
Y cuando los embalses se vacían, la agricultura recurre a las aguas subterráneas, muchas de las cuales están sobreexplotadas o contaminadas por purines de la ganadería o fertilizantes de agricultura, según un informe reciente del grupo ambientalista Greenpeace.
En varias declaraciones públicas estas últimas semanas al hilo de las protestas, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, afirmó que los agricultores españoles saben que una de las grandes amenazas que enfrentan es la falta de agua y que sin un ecosistema sano y seguridad hídrica no hay agricultura.
Por eso, subrayó, las salvaguardas medioambientales no son un enemigo de la agricultura, sino todo lo contrario.
