RÍO DE JANEIRO, 15 dic (Xinhua) -- La demanda sostenida de China por granos brasileños emerge como un factor clave para amortiguar los impactos económicos de eventos climáticos extremos que afectaron a la agricultura de Brasil en 2025, un año marcado por lluvias intensas y sequías prolongadas que retrasaron la siembra y deben reducir la producción de maíz en 2026, en uno de los mayores productores de alimentos del mundo.
Brasil ocupa una posición estratégica en el abastecimiento global de alimentos, como uno de los principales exportadores de soja, maíz y otros granos básicos. Por ello, las alteraciones climáticas no solo repercuten en los ingresos de los productores rurales y la economía nacional, sino que también tienen implicaciones directas para los mercados internacionales y países importadores a gran escala como China, principal socio comercial del agronegocio brasileño.
Las condiciones meteorológicas adversas afectaron especialmente al calendario de siembra de cultivos estratégicos. En septiembre y octubre, período considerado ideal para sembrar soja y maíz en amplias regiones del país, las lluvias fueron escasas o irregulares, obligando a los agricultores a postergar los trabajos de campo. Posteriormente, en algunas zonas, las precipitaciones llegaron de forma excesiva, provocando daños a las plantaciones ya establecidas.
En el municipio de Leopoldo de Bulhoes, estado de Goiás (centro del país), el productor rural Paulo Roberto Schwengber tuvo que replantar 230 hectáreas de soja tras un temporal de granizo que destruyó parte de la siembra inicial. Como consecuencia, la cosecha fue postergada hasta abril de 2026.
"Uno se detiene y piensa qué es peor, si asumir el perjuicio o intentar reducirlo. Y, obviamente, todos optan por replantar para tratar de aminorar las pérdidas", afirmó a Xinhua.
En otras regiones de Goiás, el problema fue la falta de lluvias. En el municipio de Iporá, la sequía llevó a las autoridades locales a decretar situación de calamidad pública, impactando directamente sobre los planes de los productores e incrementando la incertidumbre sobre la próxima cosecha.
Según datos de la estatal Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), el avance de la siembra de soja sigue rezagado en algunos estados. En Goiás, el 92 por ciento del área prevista había sido sembrada; en Rio Grande do Sul, el 69 por ciento; y en Maranhão, apenas el 38 por ciento. En varios estados, el proceso de siembra aún no había concluido en diciembre.
"El clima este año fue muy atípico. Llueve, pero no de manera regular. En algunos lugares llueve y en otros no, entonces se planta donde es posible", explicó el productor rural Anderson Sandri.
Las perspectivas para el maíz generan mayor preocupación. Analistas del sector señalan que la producción en 2026 debe ser inferior a la de 2025, cuando Brasil alcanzó un récord histórico.
"Si el clima tiene una tendencia a empeorar, muy probablemente tendremos una producción de maíz menor que la de 2025. Ya salimos con una estimación para 2026 inferior, con una salvedad: la demanda está creciendo con mucha consistencia", afirmó Cristiano Palavro, socio-director de una consultora especializada en agronegocios.
Pese a las adversidades, la Conab mantiene una proyección elevada para la producción total de granos y estima que Brasil producirá cerca de 354 millones de toneladas en la actual campaña, apenas 400.000 toneladas menos que lo previsto anteriormente.
El presidente del organismo, Edegar Pretto, destacó que la cosecha 2024-2025 fue récord en soja, maíz y algodón, y afirmó que la campaña 2025-2026 seguirá siendo buena, aunque con problemas puntuales en algunas regiones.
En este escenario, especialistas subrayan que China puede desempeñar un papel decisivo para sostener al sector agrícola brasileño. Como principal comprador de granos del país sudamericano, especialmente de soja y maíz, China contribuye a estabilizar los precios internacionales y a garantizar ingresos para los productores brasileños.
Para analistas del mercado, la combinación entre la condición de Brasil como potencia agroalimentaria y el crecimiento constante de la demanda china refuerza el carácter estratégico de la relación comercial entre ambos países.
Al mismo tiempo, la mayor volatilidad climática se consolida como uno de los principales desafíos estructurales para el agronegocio brasileño, al exigir inversiones continuas en adaptación, gestión de riesgos y tecnologías que permitan mantener la estabilidad de la producción y del suministro global de alimentos.








