Por Renzo Burotto Pinochet
A pesar de la incertidumbre sobre cuánto la disruptiva agenda de política exterior de Donald Trump podría realmente implementarse con su regreso a la Casa Blanca, una certeza persiste y es la inclinación del presidente de Estados Unidos por la imposición unilateral de aranceles a una inaudita variedad de productos importados de todas partes del mundo, consolidando un enfoque económico basado en la coerción más que en la cooperación.
Si bien no es la primera vez que dichos aranceles afectan la importación de productos incluso de los más cercanos aliados de Estados Unidos, resultó asombrosa la contundente respuesta de países como Canadá, que reaccionó inmediatamente con aranceles de represalia y retiró productos norteamericanos de las góndolas de diferentes supermercados, generando una amplia cobertura mediática. A su vez, la industria automotriz estadounidense, que cuenta con grandes con plantas de producción en naciones como Canadá y México, ha manifestado su firme oposición a estas medidas, advirtiendo sobre las graves repercusiones para un sector clave de la economía norteamericana.
La reiterada justificación de Trump para aplicar estos aranceles radica en una supuesta desigualdad en los tratados comerciales, argumentando que han generado un déficit comercial desproporcionado y perjudicado la economía manufacturera estadounidense. Sin embargo, esta narrativa dista de la realidad.
Estados Unidos no ha sido una víctima de acuerdos injustos, sino la potencia dominante en el comercio internacional, imponiendo sus condiciones y asegurando ventajas estratégicas en los tratados que ha firmado a lo largo de la historia.
La imposición de estos aranceles parece ser, más que una respuesta a un perjuicio comercial, una estrategia para reforzar su influencia geopolítica y garantizar concesiones que favorezcan sus intereses económicos.
En este contexto, las relaciones entre Estados Unidos con aliados y cercanos vecinos como Canadá y México se han deteriorado significativamente a pesar de las obligaciones del T-MEC, que impiden la imposición de barreras arancelarias o no arancelarias.
Cabe recordar que, de ser cierta la supuesta desigualdad de condiciones que denuncia Trump, fue él mismo quien impulsó y lideró las negociaciones del T-MEC, firmándolo voluntariamente en 2018. Paradójicamente, si la desigualdad que denuncia Trump existiera, él mismo habría sido responsable de rubricar un tratado supuestamente dañino para Estados Unidos.
Sin dudas, los primeros meses de la nueva Administración estadounidense han representado un desafío para la comunidad internacional. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha propuesto un "reseteo" de las relaciones comerciales, priorizando acuerdos bilaterales en detrimento del multilateralismo. Esta preferencia por medidas unilaterales sugiere una erosión del orden liberal internacional, diseñado por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Este cambio afecta principalmente a las potencias medias y a los países pequeños, que dependen de normas claras y consensuadas para equilibrar el poder en el comercio internacional.
El "Efecto Trump" también ha provocado incertidumbre económica. El anuncio de nuevos aranceles generó caídas significativas en Wall Street, afectando al Dow Jones y al S&P 500. La Reserva Federal ha optado por mantener sus tasas de interés y ha reducido sus previsiones de crecimiento para Estados Unidos. En este contexto, queda claro que las medidas proteccionistas de Trump generan inestabilidad y volatilidad en lugar de beneficios económicos sostenibles.
Mientras el Norte Global enfrenta estos desafíos, ¿qué opciones tiene el Sur Global? Ante la amenaza de medidas unilaterales y proteccionistas, el multilateralismo se convierte en una necesidad estratégica para las economías emergentes. Latinoamérica, que ha intentado articular respuestas a través del "no alineamiento activo", se encuentra con la dificultad de una falta crónica de cohesión política. Sin embargo, ante una amenaza común, la región tiene la oportunidad de fortalecer su cooperación y diversificar sus relaciones comerciales.
Las economías del Sur Global dependen del comercio internacional y de la estabilidad monetaria. La inestabilidad en la política exterior de Estados Unidos afecta sus exportaciones y pone en riesgo sus economías. Por ello, la región debe adoptar medidas para reducir su vulnerabilidad, apostando por reglas multilaterales que refuercen su soberanía económica.
La verdadera preocupación de Washington no radica en el libre comercio o la seguridad, sino en el temor a perder su hegemonía sobre la región. La creciente relevancia del Sur Global desafía el dominio estadounidense, que por décadas ha condicionado el desarrollo de estos países a sus propios intereses.
Así, la creencia en la amistad entre los pueblos y en una visión de largo plazo debería prevalecer en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, más allá de los vaivenes políticos y las estrategias de presión. Sin embargo, el carácter coercitivo e impredecible de ciertas políticas recientes plantea una interrogante fundamental: ¿es realmente Estados Unidos un socio confiable para la región?
Ante este escenario, la respuesta no debe basarse en discursos, sino en hechos. La clave para Latinoamérica y el resto de las naciones del mundo radica en fortalecer el multilateralismo y exigir relaciones basadas en el respeto y la igualdad. Solo así podrá garantizarse un desarrollo sostenible y autónomo, sin quedar a merced de los intereses de las grandes potencias.
(Renzo Burotto Pinochet es investigador del Núcleo Milenio Impactos de China en América Latina y el Caribe, en Chile)
(Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura de la Agencia de Noticias Xinhua)